miércoles, 24 de noviembre de 2021

La corazonada

 Hoy la estimada amiga Laura Garita Ramírez, nos comparte una anécdota que escribí sobre su padre hace dos años, sin embargo, hoy tengo ganas de contar otra, que sirve para rendirle tributo a su amistad. ¡Espero les guste!

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La corazonada

Llegué al estadio Rosabal Cordero para generar una nota del Club Sport Herediano. Mientras terminaba el entrenamiento y esperaba al jugador que me habían asignado; se me ocurrió hacer sonar la alarma de mi auto, que estaba estacionado al frente de los camerinos, para saber si aún estaba. Pulsé el botón del control remoto y sonó la alarma. Unos diez minutos después, repetí la prueba, pero esta vez no hubo respuesta. De inmediato me dirigí a donde había estacionado mi carro, pero para mi sorpresa, no estaba.

¿Y ahora qué hago?, pensé. Esa experiencia es exactamente como cuando fallece alguien de la familia, sabes que, en medio de la angustia y el dolor, tienes que realizar una serie de trámites, pero no sabes cuáles. De pronto, escucho una voz conocida que me dice:
— Duarrrrrrrrdooo… ¿Qué te pasa hombre…?
Me vuelvo y es don Víctor Manuel Garita Salas; ¡Ya no estoy solo! pienso…
— Me robaron el carro, respondí.
— ¿Y en dónde lo dejaste, hombre?
— Aquí.
— ¡Aguardate! me dijo, mientras expedía una bocanada de humo y se internaba por la puerta de camerinos.
Los minutos se me hicieron eternos…
— Duarrrrrrrrdooo ¡Ya averigüé! Decime, ¿siempre al carro le tienes aquel seguro? Ante mi respuesta positiva, dijo:
— Ese carro está por aquí cerca. Se lo llevaron rodado, fulano de tal, les ayudó a empujarlo. Ándate al OIJ, pones la denuncia por aquello y te venís para irlo a buscar.
Mientras tomaba impulso para enrumbarme hacia los Tribunales, insistió: ¡apenas pones la denuncia, me llamas!
Después de poner la denuncia, al salir del OIJ, me encontré con mi primo Carlos, quién me preguntó qué en qué gestión andaba; le respondí y además, le conté la corazonada de don Víctor.
— Jale... móntese... a ver si lo encontramos…
Un par de vueltas y lo encontramos, había sido estacionado muy cerca del INS. Lo curioso del asunto es don Víctor, también llegó al lugar acompañado de Edwin Cordero; resulta que como no lo llamé, se fue a buscarme y vio cuando me monté al taxi y me siguió.
Se dio aviso al OIJ y gracias a la intersección de don Víctor, los agentes accedieron a darme el carro y a dejar sin efecto la búsqueda.
Sin duda alguna, para mi fortuna la corazonada de mi gran amigo, Víctor Manuel Garita Salas era real, tan real como fue su amistad.
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A tu memoria, amigo. Edú Sanchez

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