domingo, 15 de agosto de 2010

En el "Día de la Madre"

Un cordial saludo en este "Día de la Madre": qué Dios y María Santísima les otorguen infinitas bendiciones a todas las madres y sus familias.
Deseo obsequiarles una oración y un ensayo, de dos grandes literatos heredianos: Hernán Zamora Elizondo y Luis Dobles Segreda.
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Oración
Hernán Zamora Elizondo 
(Tomada del Álbum Escolar, Tomo II, de Guillermo Solera Rodríguez, compilador.)

Gracias te doy, Señor, porque me diste una madre.
Gracias te doy, Señor, por la luz que pusiste en sus ojos para iluminar mi vida.
Gracias te doy, por la seda con que mulliste su mano para darle la suavidad de sus caricias.
Gracias, Señor, porque de tu don de ver las almas, pusiste lo mejor en el alma de mi madre, para que llegue a la mía con la misma bondad con que llegarías Tú.
Gracias, Señor, por la vida que le prestas y por las sonrisas que haces brillar en sus labios; gracias, Señor, por el sabor que sus manos pusieron en el pan y la blancura que pusieron en la ropa; gracias, Señor, por la sutil belleza que mana de su aguja y por el dulce florecer que sus manos arrancan de la tierra.
Gracias, porque llegas a nosotros oculto en el pecho de la madre, que es el más noble sagrario para encerrar tu Eucaristía. Gracias, Señor.
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La Madre
Luis Dobles Segreda
(Cartas de Juventud, 1910. Tomado de Luis Dobles Segreda, Selección de su Obra LiterariaCarlos Meléndez Chaverri. compilador.)

A vosotros los que hacéis mofa de la mujer, a vosotros los que pensáis en un cariño que se compra y que se vende; a vosotros los que veis en cada mujer un objeto de ludibrio, quiero hablaros.
¿Sabéis lo que es una madre?
Descubríos, es más, arrodillaos.
La madre es la más grande de todas las grandezas.
Es la bondad donde se funden todas las bondades y la ternura donde anidan todas las ternuras.
Ella, arrulló con cantos vuestros sueños y cerró con besos vuestros ojos.
Ella, os enseñó a balbucir las primeras palabras que fueron su mejor idilio.
Ella, os ayudó a dar los primeros pasos que fueron su mayor triunfo.
Ella veló con ansiedad dolorosa, noches enteras cuando la fiebre se coló en vuestra cuna.
Ella, como una sobra angélica, os sigue, os ampara, os consuela. Sufre vuestras penas, goza vuestras dichas, aplaude vuestros triunfos y no os abandona nunca.
Donde quiera que vayáis, aunque mares y tierras se interpongan, está con vosotros.
La madre es Oasis, Paraíso, Cielo.
Daría por vosotros lo que nadie os daría: su vida.
¡Ah! no habléis de la mujer, ¡profanos! La mujer es la madre; al oíros, comprendo que os hacen falta los besos de la vuestra

Con todo aprecio y cariño
Erick Francisco Bogarín Benavides

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